La cultura, cuestión de tiempo

Se dice con frecuencia que la capacidad de atención y retención del cerebro humano se captura durante no más de 20 minutos en ritmos de 20 segundos mas o menos. Agregamos la tan mal divulgada y usada referencia "según estudios científicos" Como si el documento que fundamentó dicho estudio se aplica en todo momento y para toda situación o público.
 
Con este lema en mente se impone al productor, autor, creador de información desde hace unos años una especie de límite casi sin discusión sobre la extensión de cada tarea a realizar dirigida al estudiante, profesional o público a recibir contenidos para asimilar.
 
Una frase que es rectora en el ámbito de la educación y de los editores de contenidos, supeditando a los docentes o disertantes a ese espacio-umbral para comunicar algo efectivamente.
 
Más cerca en el tiempo, dentro de las empresas y organizaciones políticas o sociales cuando deben capacitar, publicitar o entrenar en las presentaciones internas o hacia el exterior, la frase anterior muta a "debes motivar a tu público en no más de 30 segundos"
 
Actualmente llegamos un tiempo de tres a quince segundos, como podemos ver en nuestros dispositivos, dentro de las aplicaciones que usamos para lectura o video cuando aparecen publicidades que interfieren y distraen para proponer un mensaje. Incluso aparece un contador de segundos. Concepto e impacto en pantallazos de contenidos muy depurados.

Arribamos así desde lejanos estudios científicos sobre la atención y capacidad de retención hasta estos que buscan una reacción en tiempos "nano". 
 
La autoría se desvirtúa apunta casi únicamente a motivar, impactar no tanto generar retención. El autor debe fraccionar contenidos y fijar incluso una medida de tiempo mínima.
 
Incluso esta costumbre de acortar tiempos rige en la música si una frase musical es extensa, puede que no sea totalmente entendida por los más jóvenes.
 
Esto es especialmente importante dentro de la producción y distribución de cursos, textos, y toda forma de mensaje que pasa por lo escrito, la imagen con que se enseña aunque no lo limita.
 
El hecho de poder acceder a los usuarios de manera más rápida, directa, personalizada en los celulares  a través de las redes y tener incluso más posibilidades para un mismo contenido configura un desafío a la hora de editarlo.
 
Por ejemplo permite empaquetarlos en pequeñas unidades, formar bloques, hacer de la palabra micro o nanoel principal sujeto en dirección a programar la educación, el impacto del mensaje y finalmente reeducar al cerebro a este sistema de pulsaciones medidas.
 
Es un cambio importante de conceptos. Veamos
 
Este empuje hacia lo mínimo, lo nano, lo pequeño, operable en programas informáticos invierte lo que se supone de la computación. En vez de hacer de su álgebra / matemática de octetos una potencia del cerebro humano ahora reducimos el uso del mismo a unidades de 20-30 por decir una cifra. 
 
¿Podríamos generalizar al ser humano actual como normal si sus capacidades de comprensión llegan a 20 segundos/minutos y de idiota si su límite máximo es 19?

"No hables más de 20,  no te atiende nadie". "Una canción no debe superar 4 minutos". El número puede variar pero entre ese dictamen de capacidad de atención, que parece reducirse cada día más y la programación en pequeños paquetes, tenemos una convergencia para nada conveniente en el largo plazo para la retención necesaria en la educación y para la cultura en general.

Lo peor aquí es esa idea del tiempo aprendida entre los espectadores y lectores. Se vuelven críticos si se les esfuerza más de ese tiempo.Y lo toman como motivo de abandono. 
Trampa mortal.
 
Un público ignorante sobre lo que va a oir decide por malentendidos supuestos científicos, de antemano, su resultado en base al tiempo de atención que le exige el docente o el esfuerzo de concentración de la charla o clase a la que concurre virtual o presencial.

Debemos agregar también el recurrente tema de la forma de evaluación.
 
Habituados a los test de múltiple opción, tienen verdaderas dificultades para redactar una respuesta a una pregunta abierta.

Tal vez responda a un tiempo de innovación, peligroso de aceptar como una regla para la especie humana.
 
Entre aplicaciones y aparatos o dispositivos, los tecnólogos nos llevan a su campo de pruebas, sin limitar el experimento ya que a cada rato producen adecuaciones y cambios en ellos.

Hay materias como la sociedad, el arte  y la cultura que no pueden dejarse arrastrar por la tecnología, por más dinero que haya en esto.

¿Cómo fomentar creación así? más aún ¿cómo formar público en coordenadas y ritmos más largos a la unidad de medida impuesta y por lo tanto que puedan deconstruir acumulación de ideas, de series de palabras, de imágenes complejas que superen dichos umbrales de emisión en unidades micros?

¿Cómo podrán las próximas generaciones entender obras maestras que requirieron años para crearlas y que para disfrutarlas implica acumulación de conocimientos en ese dispositivo-cerebro? 
 
La educación y la cultura necesitan del tiempo.
 
En cada arte se estudia si existe una base matemática, un sistema de asociaciones, algoritmos, un diseño fractal para investigar y descubrir un ritmo. Pero no quiere decir que sea sustituíble por un programador que lo sustituya por una aplicación.

El arte no pasa por la reducción (¿estupidización?) del cerebro a unidades-micro. Esta es una necesidad de la informática actual, no de la cultura.
 
Informática fallida víctima de su propia urgencia. Se  produce, distribuye y vende software que no está listo, que requiere permanentes ajustes, solucionar todo tipo de fallas. Con una tecnología tan inestable ponemos nuestros objetivos y economías en base a promesas, caras promesas. 
Aún así archivamos y creemos segura toda la información almacenada en servidores virtuales.
 
No podemos someter nuestra intimidad y aspiraciones como sociedad, como humanos a la esperanza de que la "próxima actualización lo solucionará".
 
Dirección patética de nuestro destino como humanos en base a una tecnología que siempre requiere más tiempo, recursos enormes y mucho dinero.
¿Tiempo perdido?
 
Cada autor piensa su obra, la crea, aumenta, modifica, mejora, la cuida hasta que la produce. Para esto trabaja usando tiempo, eligiendo materiales, técnicas y reuniendo conocimientos.
 
Como público, también necesitamos del tiempo.
 
Una pintura, una escultura requieren distintos aprendizajes para al menos saber de que se trata, de su autor y su época, materiales, técnicas, etc.
 
Un libro tiene un espacio infinito en el tiempo. Sus frases, capítulos y hasta una oración pueden disparar otras asociaciones y llevar la imaginación lejos del texto antes que uno reaccione y se obligue a regresar al mismo y a su autor. (incluso a un diccionario)
 
La música es tal vez la más sofisticada de las artes pues compromete no sólo al creador sino a intérpretes y formas de comunicación. Se nutre de las demás artes.

Hoy que estamos llenos de  tecnología en audio no pasamos de 4 a 5 minutos por canción, un poco más si tiene algún video.
 
Con este concepto de "límite de atención" "fraccionamiento de la retención" ¿cómo podremos tener creaciones como las de Wagner, Beethoven, Bach, Verdi, y otros más recientes, incluso Lloyd Weber, o aquellos largas composiciones del rock progresivo?
 
(Aceptando el hecho de que nunca fueron populares, sin embargo son hitos, representan todo un logro humano y requieren una acumulación de aprendizajes para su consumo y disfrute).

La cultura es íntima al sujeto y si bien es medible y participa de una sociedad, es activa y reactiva,  funciona dentro de las redes sociales con y sin soportes informáticos.

Ninguna tecnología podrá emular una intimidad. Pueden simular, nunca sentir. Es decir pueden ser programados para sentir, pero sólo repitiendo lo que ya está previsto.
 
O al menos debiéramos preocuparnos porque eso nunca pase ni cambie.
 
En un mundo donde en buena parte la disposición de tiempo en redes es ociosa y amplia, según los datos de consumo que se publican y teniendo toda la tecnología que disponemos, las preguntas que surgen son:

¿Por qué no se hace un esfuerzo en liberar los tiempos a la creación artística?

¿Por qué los responsables de la cultura y de la educación en particular aceptan límites, fomentan la creación en concursos pero los miden según patrones de consumo o apoyan a los que distribuyen "más de lo mismo"?
 
Si la educación tiende a ser personal hasta cierto punto ¿por qué no se trabaja más en el conocimiento y desarrollo de las artes, en lo que ocuparía saber de la historia y de saberes amplios según cada interés de los alumnos mientras llega el momento de su especialización productiva?

¿Por qué los sindicatos de educación no ven con preocupación y analizan la integración con lo que pasa alrededor del presente de sus educandos, inmersos en tecnologías?

¿Cómo protege cada región, cada país el handicap cultural que ha logrado, cómo lo defiende de la banalización, e igualación hacia abajo, o desvalorización por falta  de recursos o de medición de su impacto?

Trabajamos en la personalización de la educación, en sólo atender necesidades específicas. Al particionar contenidos, se pierde buena parte del "savoir faire", todo lo aprendido para llegar hasta aquí.
 
 Descuidamos al ser humano, a apreciar su propia personal historia, a conocer su cultura y diferenciación también. La identidad cultural.

¿Cómo haremos para que los jóvenes reciban el saber acumulado sin recurrir a wikipedias o google?
 
Será importante que se empiece a enseñar en historia que el principal instrumento, órgano de conocimiento ERA el cerebro Hasta que apareció el dispositivo que lo suplantó...  y enseñar a esperar que la próxima actualización/versión tenga pocos bugs, y muchos likes.
 
Cuestión de tiempo.
 


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